Cotidie morimur
Fotografía: Dorothea Lange
Hubo un tiempo en que lo habitual era fallecer tan sólo una vez, con el corazón traspasado por una adarga o una mirada de desprecio. A menudo se moría también de pura hambre, de deseo o de impotencia. Era cruel para los deudos; sin embargo, la rapidez del tránsito y su cotidianeidad obligaban a asumir desde edad temprana la fiereza del destino humano. Después inventamos la medicina para emular el poder de los dioses. Ahora morimos, quizás, siete u ocho veces en la vida y sobrevivimos con dolor y desasosiego a todos los decesos excepto al último. También hemos desarrollado una extraña habilidad que nos permite olvidar las muertes repetidas y pensar así que habitamos en la frontera de la eternidad. Probablemente somos una especie más feliz, aunque a nuestro alrededor se muera y resucite a diario.
Reglas de juego para los hombres que quieran amar a mujeres mujeres
I
El
hombre que me ame
deberá
saber descorrer las cortinas de la piel,
encontrar
la profundidad de mis ojos
y
conocer lo que anida en mí,
la
golondrina transparente de la ternura.
II
El
hombre que me ame
no
querrá poseerme como una mercancía,
ni
exhibirme como un trofeo de caza,
sabrá
estar a mi lado
con el mismo amor
con que
yo estaré al lado suyo.
III
El amor
del hombre que me ame
será
fuerte como los árboles de ceibo,
protector
y seguro como ellos,
limpio
como una mañana de diciembre.
IV
El
hombre que me ame
no
dudará de mi sonrisa
ni
temerá la abundancia de mi pelo,
respetará
la tristeza, el silencio
y con
caricias tocará mi vientre como guitarra
para
que brote música y alegría
desde
el fondo de mi cuerpo.
V
El
hombre que me ame
podrá
encontrar en mí
la
hamaca donde descansar
el
pesado fardo de sus preocupaciones,
la
amiga con quien compartir
sus
íntimos secretos,
el lago
donde flotar
sin
miedo
de que el ancla del compromiso
de que el ancla del compromiso
le
impida volar
cuando se le ocurra ser pájaro.
cuando se le ocurra ser pájaro.
VI
El
hombre que me ame
hará
poesía con su vida,
construyendo
cada día
con la
mirada puesta en el futuro.
VII
Por, sobre todas las cosas,
el
hombre que me ame
deberá
amar al pueblo
no como
una abstracta palabra
sacada de la manga,
sino
como algo real, concreto,
ante
quien rendir homenaje
con
acciones
y dar
la vida
si es necesario.
si es necesario.
VIII
El
hombre que me ame
reconocerá
mi rostro en la trinchera
rodilla
en tierra
me
amará
mientras los dos disparamos juntos
mientras los dos disparamos juntos
contra
el enemigo.
IX
El amor
de mi hombre
no
conocerá el miedo a la entrega,
ni
temerá descubrirse
ante la
magia del enamoramiento
en una
plaza llena de multitudes.
Podrá
gritar -te quiero-
o hacer
rótulos en lo alto de los edificios
proclamando
su derecho a sentir
el más
hermoso y humano de los sentimientos.
X
El amor
de mi hombre
no le
huirá a las cocinas,
ni a
los pañales del hijo,
será
como un viento fresco
llevándose
entre nubes de sueño y de pasado,
las
debilidades que, por siglos,
nos
mantuvieron separados
como
seres de distinta estatura.
XI
El amor
de mi hombre
no
querrá rotularme
y
etiquetarme,
me dará
aire, espacio,
alimento
para crecer y ser mejor,
como
una Revolución
que
hace de cada día
el comienzo
de una nueva victoria.
de una nueva victoria.
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